jueves, 18 de julio de 2024

Samhain, Noche de Máscaras

 




Finalmente había llegado el día que había estado tanto tiempo esperando, por fin, esa noche era la celebración de Samhain y con ella el tan esperado baile de máscaras. Siempre había tenido la ilusión de poder asistir al más conocido y esperado de los bailes del Museo de Arte donde acudían todos los invitados con sus mejores galas y más altas expectativas, ya que era famoso por deslumbrar y sorprender a todos sus asistentes.  Ese año la temática eran los bailes de máscaras clásicos, me podía imaginar a todos con grandes vestidos y pelucas recargadas, aunque actualmente se ha convertido en un simple baile de disfraces.

La elección del disfraz no me resultó nada fácil, Nunca me ha gustado demasiado llamar la atención y siempre he preferido la sencillez, pero ese evento no tenía nada que ver con ninguno a los que hubiera asistido, por ello no podía ser "tan sencillo" como me hubiese gustado. Decidí asistir con un precioso vestido blanco estilo griego, con la cintura ajustada bajo el pecho, con un cinturón dorado, una diadema de hojas y algunos pequeños detalles todos a juego. Era sencillo pero muy bonito, la tela suave y ligera se movía al caminar, pero el escote... era un poco más de lo que estaba acostumbrada. En cualquier caso, la máscara me ayudaría a estar con un poco menos de vergüenza, nadie sabría quién está tras ella, esa es la gracia de todo esto. Elegí una máscara a juego con el atuendo, me cubría gran parte de la cara dejando únicamente visibles mis labios, una máscara de Perséfone, Diosa del Inframundo, me pareció una elección fantástica para una noche como la de Samhain.

 

*

- No me apetece nada otro baile lleno de estirados y narcisistas...

- Deja de quejarte sabes que vamos a ir todos y hace mucho que no nos reunimos venga empieza a vestirte o llegaremos tarde como siempre - indicó a su amigo pegándole un golpecito en el hombro.

- Es solo otro tonto baile más... Y además te obligan a ir con una máscara incómoda toda la noche...

- Yo me voy a antes, termina y no te olvides de la máscara. Nos vemos en el Museo de Arte.

- Sí, entendido. Por cierto, muy guapo el disfraz de Indiana Jones - le comenté entre risas.

- Ya te reirás luego. Nos vemos allí.

 

*

La entrada del museo estaba preciosamente decorada. Los colores otoñales lo pintaban todo, calabazas, hojas secas, guirnaldas y cirios iluminándolo, creando un ambiente cálido y misterioso con su titilar.

El interior era mágico, ya de por sí el propio edificio, era un antiguo palacete que habían restaurado y convertido en museo, pero la ambientación conseguida con la innumerable cantidad de candelabros y el uso de las antiguas lámparas de araña llenas de velas era una belleza.

«Parece que estoy en una película» pensé.

No tenía ni idea si alguno de mis compañeros de trabajo acudiría a la fiesta. Yo había decidido que, en cualquier caso, disfrutaría de ese paseo privado por el museo, daría una vuelta para admirar sus obras de arte y me tomaría alguna copa mientras lo hacía.

Me acerqué la barra, pedí una copa y comencé a pasear y a admirar todas aquellas obras que me rodeaban, mientras los invitados no dejaban de llegar.

 

*

El Museo estaba repleto, la gente bebía y bailaba, otros se arremolinaban en las mesas de comida. La música estaba muy alta y apenas pude escuchar a mis amigos llamándome.

- Llegas tarde- me regañaron- ¿Y que llevas puesto?

- ¡Llevo la máscara! No se me ha olvidado - me burlé

- Tu disfraz... ¿Se puede saber por qué no te has disfrazado?

- Voy de Yo de negro -me reí- aunque parece que a mi amigo Indiana Jones no le hizo tanta gracia.

- Me matan tus niñerías... todos vamos disfrazados...

- Entonces seré la muerte - le contesté entre risas - o mejor, con este traje, creo que me pega más ser el Dios de la muerte ¿no crees? El negro me queda genial - le comenté burlonamente.

- Anda vamos, nos esperan todos en la mesa no sé si te habrán dejado algo de comer.

- Yo empiezo por el bar, ahora os veo en la mesa -indique señalando con la mano la dirección de la barra.

 

*

A esas alturas ya no me importaba encontrar a mis compañeros de trabajo, estaba disfrutando de mi paseo y contemplación de las obras que albergaba el Museo, recorría su galería admirando los cuadros, frescos y decoraciones dignas de lo que había sido un palacio. Era totalmente distinto a verlo lleno de turistas y colegiales como era lo habitual. Tan inmersa estaba en sus paredes, que no me di cuenta que había alguien a mi lado hasta que casi choqué con él, haciéndome volver a la realidad de la fiesta en la que me encontraba.

 

*

Cuando llegué a la mesa me di cuenta que mis amigos me llevaban gran ventaja, ellos ya llevaban un buen rato comiendo y sobre todo bebiendo, de manera que ya las risas eran incontroladas. Miré a mi alrededor buscando un lugar tranquilo donde escaparme, parecía haber algunas galerías fuera de la zona principal.

Con un gesto les indiqué que iba a buscar más bebidas y me escabullí entre la gente.

Conseguí cruzar la sala llegando a una de las galerías que realmente estaban mucho más tranquila, de hecho, parecía solo haber una chica ensimismada en las paredes. Decidí que aquel era un sitio perfecto para disfrutar de mi copa con tranquilidad, incluso la música se podía escuchar a un volumen más placentero. Por fin había encontrado mi remanso de paz cuando noto que alguien se me viene encima.

- ¡Perdona! ¡No te había visto! ¿Te he tirado la bebida? -se disculpó.

- Casi, pero ya había terminado con ella- le mostré el vaso que solo contenía un pequeño trozo de hielo - no te preocupes.

-Pensaba que estaba sola en la sala, todo el mundo parecía disfrutar mucho en la fiesta, no creí que nadie viniese a ver los cuadros...- sonrío- intentaré no chocar con nadie más.

Me sonrió, se dio la vuelta y continuó con su atención puesta en las paredes de la sala.

«Qué chica más rara» pensé «Aunque ella podría pensar lo mismo de mí y no iba a ir desencaminada» Sonreí al imaginarlo.

-Perdona - la llamé levantando un poco la voz - ¿Me dices tu nombre? Ya que somos los dos raros de la fiesta no estaría mal tomar una copa juntos ¿no? - pregunte tras haberme dado cuenta que su copa también estaba vacía.

Ella se acercó un poco a mí con una sonrisa, dándome tiempo a apreciar su escote, que realzaba perfectamente su figura, y el vestido blanco con su tela tan suave invitaba a intentar atraparlo mientras se movía.

-Yo soy Perséfone -me respondió- Diosa del Inframundo -metida en el papel me hizo una reverencia- ¿A quién tengo el placer de dirigirme? - pregunto con una sonrisa.

Por un segundo no supe que responder no esperaba que me contestase como el personaje de su disfraz entonces me acordé de la conversación con mi amigo…

-Un placer Perséfone, yo soy el Dios de los muertos - y le hice una reverencia a juego.

- ¿Hades? - preguntó sorprendida

-Sí, puedes llamarme Hades -le respondí sonriendo.

 

*

Le miré sorprendida ¿Hades? ¡qué casualidad! Aunque mirándole bien... le pegaba, traje negro, camisa y corbata negras que no le quedaban nada mal. Era un chico alto, de pelo corto y oscuro con una máscara negra muy sencilla que permitía ver unos ojos azules que despertaban mi curiosidad.

- ¿Decías sobre tomar una copa? ¡Claro! - respondí a su pregunta mientras comprobaba que no quedaba nada en mi vaso.

Nos dirigimos hacia el ruido, no recordaba que hubiese tanta gente en aquel lugar. Me sorprendí al notar que me cogían la muñeca, era Hades que tiraba de mí señalándome un hueco en la barra.

 

*

Me acerqué a la barra entre la gente con Perséfone detrás de mí, había encontrado la excusa perfecta para escaparme de la fiesta, o por lo menos evitar a mis amigos borrachos. Se acercó el camarero, le pedí una botella y dos copas, y aún con Perséfone de la mano la llevé de vuelta a la galería, aunque esta vez decidí llevarla a un lugar más tranquilo, íntimo, allí podríamos hablar y beber sin interferencias.

 

*

Salimos de la galería a una zona del museo que parecía en obras «Tal vez estuvieran preparando la sala para una nueva exposición» pensé.

En ese momento me di cuenta, todavía me llevaba de la mano, no pude evitar sonrojarme con esa imagen, no esperaba terminar de la mano con un desconocido a través de salas cerradas del museo.

- ¡Espera! -le llame parando el paso- pero todo esto está cerrado, ¿quieres que nos metamos en un lío?

Se giró hacia mí con una sonrisa

- Tranquila, no hay ningún problema- me respondió sin dejar de sonreír

- Déjame enseñarte algo – continuó.

Se dio la vuelta, tiró de mí y me llevó a través de otra puerta.

No podía imaginarme lo que había allí ¡Una habitación impresionante estilo barroco! con una magnífica cama de dosel, las paredes estaban cubiertas de frescos de escenas campestres y pan de oro, la chimenea de mármol era una obra de arte por sí misma. No podía creerme que pudiese estar rodeada de tanta belleza. Le solté la mano y comencé a fijarme en todo lo que me rodeaba.

 

*

Sabía que aquella sala estaba cerrada al público, estaban terminando de restaurarla antes de su apertura y aunque todavía le faltaban los últimos retoques disponía de lo suficiente para que pudiéramos estar relajados, disfrutar de unas copas y evitar así el estruendo.

«Me encanta la idea» pensé mientras observaba a aquella chica de vestido blanco disfrutando de nuevo con las paredes.

Aproveché el momento para admirarla con calma, la verdad que el vestido le sentaba muy bien, le marcaba ligeramente el cuerpo al caminar, su melena ondulada le caía por la espalda y aquella máscara dorada que hacía centrar la mirada en sus carnosos labios.

-Imaginaba que podría gustarte, esta estancia la abrirán al público en unos meses, la estás viendo en exclusiva- le sonreí bromeando.

- Muchas gracias, ¡Es una habitación preciosa! Verla terminada tiene que ser como volver al siglo XVII - se podía escuchar la emoción en su voz. Nunca pensé que alguien se pudiera emocionar así por unas pinturas antiguas.

-Como ya no estamos en la fiesta, ya no hay obligación en dejarnos las máscaras- comenté, pero cuando levanté el brazo para quitármela, ella me detuvo.

 

*

Con mi mano sobre la suya dude un momento, aquella situación me resultaba emocionante e inesperada, el no saber quién estaba detrás de aquella máscara negra me causaba curiosidad y me hacía sentir un cosquilleo que me recorría todo el cuerpo.

-Déjatela- le pedí - yo también lo haré si no te importa, me resulta divertido si podemos seguir en nuestros papeles, le añade cierta emoción ¿No crees?

 

*

No pude evitar sonreír, creo incluso que me puse algo nervioso, mantener el rol podía ser divertido, aunque estaba ya cansado de la máscara «Me la dejaría un rato más a ver a dónde nos lleva»

-De acuerdo -le contesté, creo que sonrojado «Menos mal que llevo la máscara» pensé

-Entonces seguiré mi papel, mi Diosa Perséfone- ella me miró sorprendida- ¿Mi Diosa Perséfone es demasiado? ¿Cómo debería llamaros entonces?

-Perséfone está bien - respondió entrecortada.

Me eché a reír pensando en lo que iba a decirle.

-Si tú eres Perséfone y yo a Hades- continúe -y si esto lo consideramos un "rapto" de la fiesta, solo me queda ofrecerte algo de comer para que te tengas que quedar en este, mi reino -le decía mientras señalaba la sala a nuestro alrededor - ¿Crees que unas copas de vino servirán? - no dejaba de sonreír, por una vez las clases de mitología griega me valdrían para algo, les sacaría provecho.  Descorché el vino y comencé a servir una copa, ella se acercó, se la di y empecé a llenar la mía cuando me dijo:

- ¿Entonces si bebo de este vino, no podré salir de este palacio? - me preguntó sonriente. No me dio tiempo a responderle cuando se llevó la copa a los labios para beber.

No puede evitar una carcajada al verla.

-Brindemos entonces -la invité alzando mi copa- celebremos que, a partir de hoy, además de Diosa, serás la Reina del inframundo.

Sin dejar de sonreír brindó conmigo y añadió:

-Pero solo durante el invierno ¿recuerdas? -  me guiñó un ojo y bebió de nuevo.

Se giró, se acercó a la chimenea, de verdad parecía apreciar cada pequeño detalle de sus filigranas.

A estas alturas el alcohol empezaba a notarse, mis pensamientos se centraban en ella, en mi Diosa y reina Perséfone, y no pude evitar sonreír al hacerlo.  Otra idea rondaba mi mente... «¿Y si la beso?» Sus labios no dejaban de llamarme, casi podía sentir como sabrían y el alcohol... enturbiaba mi mente recordando la historia de nuestros personajes homólogos.

-Perséfone -la llame, ella se giró hacia mí.  Me acerqué junto a ella.

- ¿De verdad vas a ser quien reine conmigo en el inframundo? - le pregunté, aunque no la dejé ni contestar, en cuanto vi sus labios comenzara a moverse no puede evitarlo y la besé.

 

*

Era increíble el trabajo que había en tallar la piedra dando cada detalle a la chimenea, disfrutaba de aquello cuando escuché a Hades llamarme.  Al darme la vuelta, le vi acercarse rápido y decidido, esos ojos con ese traje me dejaban sin palabras. Se quedó frente a mí y me preguntó:

- ¿De verdad vas a reinar conmigo el inframundo?

Su manera de preguntármelo... me dejó sin aire un segundo.

Comencé a responderle "si por supuesto" pero no me dejó, dio un paso hacia mí y me besó. El calor me envolvió, no esperaba que fuese a besarme y menos de esa manera, de verdad parecía que quisiera que fuese su reina.

-Me gustan tus besos Perséfone - me susurro al oído- ¿Puedo seguir besándote?

Yo ya había caído presa de sus labios, y no tenía ninguna intención de parar en aquel momento.

-Me alegro que pensemos igual - le sonreír y volví a buscar su boca con la mía.

 

*

No podía ni explicar la sensación... sus besos parecían estar hechos para los míos, me transmitían tal calidez... Coloqué mi mano en su mejilla sin dejar de besarla, pudiendo sentir como ella disfrutaba de mis caricias, le pasé el otro brazo por la cintura y la apreté contra mí, podía sentir su calor invadiéndome el cuerpo.

 

*

Esto no era cuestión de amor, solo de la emoción de dos cuerpos tras una máscara, esto me excitaba y ambos nos dejamos llevar por esta sensación.

Me levanto en sus brazos con una facilidad abrumadora sin dejar de besarme, y con cuidado me llevo y me dejó sobre la cama. En ese momento ya no me importaba ningún detalle de aquella cama palaciega de trescientos años, solo podía pensar en Hades, en su calor junto a mi cuerpo, en la fuerza con la que me abrazaba, y sobre todo en sus besos tan apasionados, no podía parar de besarle, aquello era perfecto, parecía imposible que pudiera suceder, pero estaba ocurriendo.

 

*

Ya me resultaba imposible parar, cada segundo aumentaba mi deseo y una gran desesperación crecía en mí por sentir toda su piel cerca de la mía. Necesitaba quitarle aquel vestido blanco y sentirla completamente junto a mí.

-Esta noche serás mía - le susurré entrecortadamente -esta noche eres mi reina y mi Diosa, Perséfone, y quiero cumplir en todas tus fantasías. Puede sentir como su cuerpo se estremecía entre mis brazos, y cómo se le escapaba un dulce suspiro entre sus labios mientras le decía esas palabras, también mi cuerpo se alteró con ellas.

 

*

Sabía que ya no había vuelta atrás, no quería parar y no iba a hacerlo, quería dejarme llevar por todas aquellas sensaciones, quería más.

Podía sentir la respiración acelerada de Hades mientras me besaba y acariciaba mi hombro, jugando con el tirante de mi vestido. Adivinando sus deseos me adelante a él, comencé a soltar el nudo de su corbata, su reacción fue inmediata, parecía estuviera esperando una invitación para avanzar en el juego. Se quitó la chaqueta ágilmente sin dejar de besarme, comenzando a desabotonarse la camisa, pero le paré, paró un segundo y me miró con ligera duda, la cual respondí al seguir quitando uno a uno los botones restantes. No quería perderme aquel disfrute de ver aparecer ante mí, botón a botón, su piel desnuda. Al llegar al último, el mismo se quitó la camisa, dejando frente a mí su espectacular torso desnudo «¡Impresionante!» me dije a mí misma tomándome unos segundos para disfrutar de aquella vista.

 

*

Levante mi brazo para atraer a Perséfone junto a mí, cuando dando un movimiento hacia atrás, se levantó de la cama y se quedó de pie frente a mí con una pícara sonrisa. Se quitó el cinturón dejando su vestido suelto, deslizó uno de los tirantes por el brazo y deslizando el otro... El vestido cayó al suelo ante mis ojos.

Sé que por un momento se me olvidó respirar. La tenía frente a mí prácticamente desnuda, unas pequeñas braguitas de encaje blanco eran lo único que cubría su cuerpo. La admiré, apreciando aquellos bonitos pechos que había estado insinuando su escote toda la noche. Levanté mi brazo, agarré su mano y la traje contra mí cayendo juntos en la cama. Para entonces ya estaba más que preparado para dárselo todo, sin embargo, quería disfrutar de aquello, la excitación y el morbo sin duda harían que mis sensaciones fuesen a más.

Pasé mi mano por su nuca y acercándola volví a besarla, no habría tregua, necesitaba su cuerpo junto al mío.

 

*

Estaba sobre él, sentía el calor de su cuerpo y la aceleración de su corazón en mi pecho. Comencé a jugar con mi lengua en el lóbulo de su oreja, acaricié su cuello y dibujé su clavícula, mi calor aumentaba al sentir sus jadeos entre respiraciones y el bulto de su pantalón era innegable.

 

*

Quería disfrutar, cogiéndola fuerte la tumbé a mi lado y me coloqué sobre Perséfone, le sujeté las manos sobre la cabeza y comencé a besarla apasionadamente. Solo necesitaba una mano para inmovilizarle las muñecas, así que aproveché mi mano libre para acariciar su cuerpo, su cintura, su pecho... ¡aquello era fantástico! era tan suave...

Me separé un momento, mis pantalones eran más que una molestia, me levanté y me los quité sin dejar de mirar aquella preciosa y excitada mujer esperándome en la cama. Aquella imagen y la sensación en mi cuerpo era indescriptible, solo podía pensar en cuanto la necesitaba.

-Te he dicho que esta noche te iba a hacer mía- le recordé mientras volvía a la cama junto a ella. La besé y empecé a recorrer su cuerpo con mi lengua, al llegar a su vientre noté que sus braguitas estorbaban a mis planes. No sin dejar de jugar con mis labios sobre su pierna, se las quité, y con urgencia me las llevé a la cara y las olí... Quería un pequeño adelanto de lo que iba a venir.

 

*

«Pero que vergüenza» No pude evitar pensar ante su gesto, aunque verle disfrutar con ese detalle hizo que mi deseo se incrementase por él. Sentí como me sonrojaba al ver su sonrisa mientras se adentraba entre mis piernas. Sentí su lengua, parecía más juguetona que antes, y no tardé en comenzar a agitarme. Podía sentir como mi clítoris empezaba a palpitar y a aumentar su temperatura. Los gemidos se me escapaban, apenas ya podía contenerlos.

Hades parecía complacido con aquello, ya que comenzando a recorrer mis genitales suavemente con uno de sus dedos, sin dejar de lamerme, iba aumentando progresivamente el ritmo y con ello mis gemidos. El placer crecía sin medida. Hades quería que se lo diese todo y era un virtuoso en su trabajo, sus dedos y su lengua eran increíblemente buenos, me iba a correr y no podía evitarlo. Intenté apartarlo, pero leyendo mis intenciones me tumbó, y colocando su mano sobre mi pecho para evitar que volviese a levantarme, continuó dándome placer. Ya no podía más, comencé a temblar y se me cortó la respiración en mitad de un profundo gemido «¡Joder! ¡Qué bueno es!» Pensé mientras me corría en la cara de Hades...

 

*

Siempre sienta bien sentir los aspavientos y las piernas de una mujer apretándote la cabeza mientras se corre, aquello me ponía a cien.  Yo quería continuar disfrutando de aquel elixir que su sexo me proporcionaba, pero ella me detuvo, su respiración estaba más que acelerada, le dio un momento mientras disfrutaba de la imagen de su cuerpo ardiente frente a mí. Sonreí sin poder evitarlo.

«Vas a ser mía» aquel pensamiento me hizo continuar, me quité los bóxer y me lancé de nuevo, esta vez comencé a acariciarla con mi miembro suavemente, dándole tiempo a retomar el aliento, sus gemidos iban retomando la habitación. Poco a poco comencé a acariciar su clítoris con un dedo, podía notar su excitación crecer de nuevo.  La acariciaba sin parar.  Ya no podía más. «Está tan mojada...» El placer crecía más y más y sin ser consciente de ello se la comencé a meter lentamente. Perséfone se estremecía, ahora sí que podía sentir su calor y su placer, me alteré con la sensación «Ya es mía».

Nunca me había follado a ninguna desconocida a la que además no le veía la cara, pero tener a Perséfone desnuda en la cama, con la máscara dorada y conmigo entre sus piernas haciéndola gemir y retorcerse de placer, no me lo habría podido imaginar, me hacía estar súper cachondo, quería pasarme la noche sin parar de correrme con ella una y otra vez.

 Los gemidos y la respiración de Perséfone indicaban su próximo orgasmo y yo ya no podía contenerme mucho más, notaba mis músculos contraerse, como un escalofrío de puro placer recorría mi cuerpo y con unos espasmos involuntarios y unos gemidos rítmicos me corría mientras ella llegaba de nuevo al orgasmo. Aquella sensación, aquella liberación... ¡Era fantástico!

Quería repetir seguía muy excitado y afortunadamente no tardaría en volver a estar a tono.

 

*

Tras unos minutos, Hades me levanto la barbilla para mirarme a los ojos. -Espero te haya gustado porque va a haber más- me advirtió con una sonrisa. No esperaba respuesta ya que comenzó a besarme apasionadamente de nuevo. No podía detenerme, una vez que sentía sus labios junto a los míos, las caricias de su lengua, y los pícaros mordiscos que me daba... sus besos serían mi perdición «¿Cómo negarle algo a esos besos?»

Nuestras manos volaban libremente, comencé a acariciarle el pecho, bajé por su abdomen definido y seguí bajando, sería mi oportunidad para enseñarle lo que sabía hacer. Me sorprendí al notar que ya casi estaba a pleno rendimiento cuando mi mano llegó a su pene.  Comencé a acariciarle era un placer sentir como sus besos se entre cortaban mientras lo hacía. Su calor aumentaba, notaba su excitación crecer de nuevo, no dejaba de acariciarle mi mano rodeaba su falo ascendiendo y descendiendo rítmicamente mientras le besaba y le lamía el cuello. Me gusta morder y aquel era el momento perfecto, le cogería desprevenido. Bajé por su cuello y le mordí sin compasión, un escalofrío recorrió mi cuerpo y un gemido de pura delectación se le escapó a Hades.

 

*

No lo esperaba, estaba disfrutando del goce de tener a Perséfone masturbándome cuando puede notar aquel mordisco, un gemido inesperado salió de mi boca y sacudió mi cuerpo. Siguió bajando su lengua por mi pecho hasta detenerse en mi ingle, donde comenzó a darme ahora suaves mordisquitos sin parar las subidas y bajadas de su mano sobre mi polla.

Centrado en aquella sensación Perséfone comenzó tímidamente, o eso pensaba yo, a juguetear con su lengua sobre la punta de mi miembro, de nuevo, dispuesto a cumplir. Tampoco lo vi venir, de pronto se metió mi polla en la boca. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

Notaba la humedad y el calor, como su lengua jugaba con mi glande mientras la metía y la sacaba de su boca una y otra vez. Mi cuerpo temblaba ligeramente sin poder evitarlo. Me gustaba mucho, estaba disfrutando como hacía mucho tiempo que no lo hacía «Ella sí que sabe» Y confirmó mis pensamientos cuando añadió la mano a aquella fantástica mamada que me estaba haciendo. Me retorcí un poco ante aquella delicia, pero ya no podía quedarme quieto por más tiempo, me erguí, la cogí de la cintura y le di la vuelta convirtiendo aquella mamada en un 69, necesitaba poder disfrutar también de ella, estaba tan mojada que me sumergí sin dudarlo.  Recibir placer era fantástico, pero poder darlo a la vez...

No podía centrarme demasiado mi polla palpitaba suplicándome que la dejase correrse.

-Si sigues así no voy a poder evitar correrme- avisé a Perséfone entre jadeos.

Ella me sonrío.

-Esa es la finalidad de esto ¿no crees? -  confesó traviesa y continuó de manera más intensa, quería que me corriera y eso iba a darle. Notaba como mi polla latía en su boca, como un cosquilleo crecía, advirtiendo del sumo placer que iban a acontecer. Mi cuerpo se tensó por un momento y mis gemidos escaparon junto con un bombeo tremendo que llenó la boca de Perséfone. Caí rendido ante aquel disfrute que me había hecho sentir, ahora se lo devolvería.

-No creas que esto termina así- revelé con la respiración acelerada.

 

*

Sin tiempo a que reaccionase, me cogió de la cintura, me coloco a cuatro patas en mitad de la cama, me abrió como un melocotón y siguió lamiéndome con afán, de manera simultánea me acariciaba haciendo que me sintiese rendida a él.

-Hazme tuya- pude decirle entre gemidos.

Hades no dudó, tomó su miembro y me lo metió cumpliendo mis órdenes con premura. Lo sentía completamente dentro de mí, estaba muy caliente y duro, sus embestidas eran rápidas y seguras llevándome hasta el éxtasis. Una de sus manos sujetaba mi cintura la otra me acariciaba el cuerpo, me recorría la espalda hasta llegar a mi culo, lo agarraba y sentía cuanto disfrutaba haciéndolo. Comenzó a acariciarme el clítoris, no podía resistirme a aquello, las rodillas comenzaron a fallarme, pero entonces frenó, aminoró el ritmo y se centró en mi deseo, me la metía y sacaba suavemente mientras sus dedos jugaban en mi clítoris. Aquello era puro placer. Con su otra mano comenzó a acariciarme el culo, aquello era nuevo para mí, pero estaba tan excitada que no iba a detenerlo, Hades sabía lo que hacía. «¡Que granuja!»

Sus caricias y arremetidas no cesaban. Tras el desconcierto inicial estaba más y más excitada, Hades me había dicho que me iba a hacer suya y me sentía así de verdad. Mi placer aumentaba en demasía según empezó a meterme los dedos en el culo y a moverlos suavemente, no pensaba que fuese tan placentero... «Podría correrme en cualquier momento...» parece que leyó mis pensamientos, poco a poco fue aumentando el ritmo y no tardé casi nada en correrme. Aquel orgasmo era distinto, era más intenso, sentí como tanto placer chorreaba por mis piernas, pero Hades no paro, siguió entrando y saliendo de mí y jugando con mi culo. Aquello era fantástico, quería seguir corriéndome en sus manos. Era suya sin lugar a dudas.

 

*

Aquello estaba pudiendo conmigo, iba aumentando la cantidad de dedos que le metía y aquello ya me parecía una clara invitación.

-Vas a ser completamente mía- confirme.  Perséfone estaba tan excitada que apenas pudo gemir a modo de respuesta. Le saqué la polla, con ella bien mojada y de sus flujos, comencé a acariciarle el culo mientras que retomaba con mi mano las caricias en su clítoris, notaba como se ponía más cachonda todo su cuerpo se abría a mí. Empecé a metérsela por el culo, no podía negar que aquello le gustaba estaba empapada y yo no era menos. Quería hacerla mía completamente, que me sintiese en su interior, fui metiéndosela poco a poco, la presión de aquella zona ampliaba mi placer -Ufff ... - comencé a moverla - Uff... ¡No sé lo que voy a aguantar!

 

*

Empezó a moverse más libremente guiado por el placer que le desbordaba, yo ya no podía aguantar a cuatro patas, caí sobre mi pecho con el culo en pompa para que me diese todo el placer que no había sentido. ¡Y así fue, aquello era una maravilla! ¡Sentía que iba a explotar! Hades aumentó el ritmo mientras me metía algunos dedos por el coño, esa sensación me llevaba de cabeza al orgasmo de nuevo. Hades estaba igual, sus gemidos y arremetidas iban a la par, mi respiración se cortó y grité de gusto al notar los flujos calientes de Hades en mi culo su intensa corrida y el palpitar de su pene... «Inigualable»

 

Creo que en aquel momento solo podía pensar en respirar. Hades era increíble, ahora además con su cuerpo sudoroso y desnudo sobre mí... le miraba embobada, me perdía en su respiración acelerada y en el palpitar de su pecho. Suavemente me besó, su aliento cálido invadió mi cuerpo. Sentí como salía de mí, se tumbaba aun acelerado a mi lado. Me acerqué a él y le besé dulcemente antes de acurrucarme entre sus brazos.


                                                                                                                                                              Créditos en las imágenes

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