viernes, 10 de octubre de 2025

El Bosque Mágico: La leyenda de la bruja de piedra.

 

El Bosque Mágico: 

La leyenda de la bruja de piedra


"Existe un lugar donde la magia y la naturaleza se funden, donde los secretos se esconden entre árboles antiguos y murallas de piedra. Un bosque que guarda historias de soledad, poder y criaturas que esperan despertar. Hoy te invito a descubrir la leyenda de la bruja de piedra y sus fieles gárgolas, una historia de misterio, melancolía y magia que solo el bosque conoce."




El bosque encantado

Existe una leyenda, por muchos ya olvidada, que habla de un bosque antiguo y misterioso, donde la naturaleza se funde con la magia.
Sus árboles altos y frondosos parecen tocar el cielo; sus ramas entrelazadas forman un techo verde que filtra los rayos del sol, creando una luz suave y cálida.

La vegetación es exuberante; el suelo está cubierto de una alfombra de hojas y flores. Los arbustos crecen por doquier, formando laberintos y senderos que conducen a lugares secretos y ocultos. El aire es fresco y húmedo, perfumado con el aroma de la tierra mojada. Flotan allí fragancias dulces y delicadas, mezcla de flores y hierbas que se entrelazan con el canto de las aves y el murmullo de las hojas agitadas por el viento, mezclándose con el sonido del agua que fluye por arroyos y cascadas.



En lo más profundo del bosque se alzaba una colina cubierta de follaje, sobre la cual se erguía un antiguo castillo. Sus torres y murallas de piedra, con detalles intrincados y decoraciones de otro tiempo, contrastaban con el verde intenso de los árboles. Tan perfecto era su encaje con la naturaleza que parecía haber estado allí desde que nació la roca.

En este castillo vivía una bruja tan antigua como los árboles y tan sabia como los recuerdos que albergaba.

La bruja del bosque era una joven mujer de cabello largo y rojizo, que caía en cascada sobre sus hombros. Su piel pálida y tersa, a pesar de su juventud, irradiaba sabiduría y un poder mágico que inspiraba respeto y admiración. Aun con su apariencia juvenil, conocía profundamente los ciclos de la naturaleza y podía invocar la energía del bosque para ayudarla en sus hechizos. Era una fuerza de la naturaleza, un ser que había aprendido a convivir en armonía con cada criatura y rincón de su hogar.





Pasaba sus días recolectando hierbas y preparando pociones, cuidando de sus plantas y de sus animales mágicos, pero algo faltaba: la compañía. Aunque amaba la tranquilidad del bosque, la soledad se le hacía pesada. Los años la habían enseñado a convivir con ella, pero la desesperanza comenzaba a morder su corazón, trayendo tristeza, melancolía y añoranza.

A menudo se preguntaba si alguna vez encontraría a alguien con quien compartir su vida y su amor. Aun rodeada de vida, no había quien compartiera sus pensamientos o disfrutara del espacio a su lado. La magia no podía conjurar compañía humana, y la incertidumbre sobre su destino romántico llenaba su corazón de inquietud.

A medida que pasaba el tiempo la desesperanza se hacía más fuerte y la bruja comenzó a sentir que su destino estaba sellado y que nunca encontraría su camino hacia la felicidad.



Decidió entonces despertar a sus gárgolas, fieles guardianes de piedra, para sentir amor incondicional, lealtad y apoyo.

El ritual era complejo y poderoso. Requería un gran conocimiento de magia y de la naturaleza, además de concentración y energía; cualquier error podría ser peligroso. Estas criaturas, al cobrar vida, serían protectoras mágicas capaces de ahuyentar espíritus malignos y ayudar a quien las poseyera a superar miedos y transformarse en un ser más fuerte.

La bruja se situó en el centro del círculo de protección, rodeada de velas encendidas y hierbas aromáticas. Con voz serena recitó:

—Mascotas mágicas de mi creación, con este hechizo les otorgo vida y pasión. Que este conjuro les haga nacer como criaturas únicas y especiales, que puedan volar o correr y ser fieles a su dueño leal. Que tengan personalidad propia y un vínculo mágico con su creador. Que sean amorosas, juguetonas y llenas de alegría y magia todo a su alrededor. Que así sea, y así será.

Una nube de humo espeso comenzó a envolverla, cubriendo su cuerpo y el círculo mágico. La bruja continuó con determinación, y poco a poco el humo se disipó. Dos figuras emergieron de las sombras.

El primero era un felino de pelaje blanco y brillante, con ojos azul zafiro que emanaban misterio y conexión con la energía lunar.
—Tú serás Saphire —le nombró.

El segundo era un perro de pelaje oscuro, casi negro, con reflejos plateados, en algunas luces, y ojos dorados capaces de ver más allá, guiando a su dueño a través de la oscuridad y la confusión.
—Tú serás Onyx —le llamó.





El tiempo pasó; las estaciones se sucedían. El bosque dormía y despertaba una y otra vez: sus árboles se desnudaban en invierno y brotaban en primavera, llenando el bosque de colores, aromas y vida.

La bruja disfrutaba de la naturaleza y de la compañía de sus gárgolas. Los años pasaron, y aunque la alegría de su compañía era reconfortante, la tristeza volvió a su corazón al pensar que ellas también vivirían en soledad, sin amor más que el suyo. La culpa por despertarlas la atormentaba.

Cada vez tenía más claro que en aquel tiempo y lugar nada más habría para ella. Paciente, continuaba practicando su magia, cuidando el bosque y esperando el momento adecuado para encontrar aquel con quien compartir su vida, aunque ese día aún no llegaba.





La torre del castillo se alzaba imponente sobre el horizonte. En su terraza, la bruja sentía paz, rodeada de sus mascotas, sintiendo la brisa fresca en su rostro. Observaba el sol mientras se ponía, tiñendo el cielo de tonos cálidos y anaranjados. Sabía que estaba en el lugar correcto, en el momento correcto, y que su destino la conduciría a donde debía ir.

A medida que el sol descendía, un humo dorado comenzó a elevarse desde la piedra de la terraza, envolviendo a los tres en una bruma misteriosa. Cuando el humo se disipó, las tres figuras se encontraban petrificadas, congeladas en el tiempo y el espacio.

En el silencioso castillo permanecieron inmóviles, contemplando el atardecer, aguardando su momento. Mientras tanto, la brisa soplaba y el sol seguía su ciclo, una y otra vez, iluminando y oscureciendo las vistas a su alrededor.

Y así la bruja permanece, junto a sus leales mascotas, observando cada ocaso, mientras la magia del bosque guarda silencio, aguardando el instante de su regreso a la vida.





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miércoles, 8 de octubre de 2025

La voz entre la niebla


Al escribir este poema pensé en cómo los recuerdos pueden doler y arder al mismo tiempo.

Es un viaje íntimo por lo que fuimos, entre la nostalgia y la pasión que no se olvida.
Cada verso guarda la intensidad de un adiós que aún arde en la memoria.

 

                                                     La voz entre la niebla

Poema lírico sobre recuerdos, pasión y pérdida


Recordar es el mayor tormento,
que cualquier hombre puede tener;
son brasas que perduran,
y no dejan de doler.

Acordarte, por ejemplo,
de mi sonrisa igual que ayer;
evocar el eco de un suspiro
y el perfume de mi cabello
posándose sobre tu piel.

Recordar mis labios ardientes —que juraste eternos—,
encendiendo tu cuerpo y toda tu sed;
ese fuego que creaste
y que no supiste sostener.

Recapitulas sin querer hacerlo,
cada instante en que me hiciste tuya;
y ahora los recuerdos muerden,
te arrancan el sueño,
te devuelven mi voz entre la niebla,
y me nombran en silencio
mientras duermes.

Solo queda recordar hasta el cansancio,
aunque duela el alma de no tenerme.

Imagina —solo imagina—
no tener que recordar
lo que fuimos.

Pues de los dos,
tú fuiste, tristemente, el que más perdió;
yo me ofrecí a dártelo todo,
y tú fuiste quien “todo” rechazó. 





Si alguna vez un recuerdo te ha marcado así, me encantaría leer tu experiencia en los comentarios.
Comparte este poema con alguien que pueda sentirlo en su corazón y déjate llevar por las emociones que guardamos en la memoria.

Morgana

jueves, 18 de julio de 2024

Samhain, Noche de Máscaras

 




Finalmente había llegado el día que había estado tanto tiempo esperando, por fin, esa noche era la celebración de Samhain y con ella el tan esperado baile de máscaras. Siempre había tenido la ilusión de poder asistir al más conocido y esperado de los bailes del Museo de Arte donde acudían todos los invitados con sus mejores galas y más altas expectativas, ya que era famoso por deslumbrar y sorprender a todos sus asistentes.  Ese año la temática eran los bailes de máscaras clásicos, me podía imaginar a todos con grandes vestidos y pelucas recargadas, aunque actualmente se ha convertido en un simple baile de disfraces.

La elección del disfraz no me resultó nada fácil, Nunca me ha gustado demasiado llamar la atención y siempre he preferido la sencillez, pero ese evento no tenía nada que ver con ninguno a los que hubiera asistido, por ello no podía ser "tan sencillo" como me hubiese gustado. Decidí asistir con un precioso vestido blanco estilo griego, con la cintura ajustada bajo el pecho, con un cinturón dorado, una diadema de hojas y algunos pequeños detalles todos a juego. Era sencillo pero muy bonito, la tela suave y ligera se movía al caminar, pero el escote... era un poco más de lo que estaba acostumbrada. En cualquier caso, la máscara me ayudaría a estar con un poco menos de vergüenza, nadie sabría quién está tras ella, esa es la gracia de todo esto. Elegí una máscara a juego con el atuendo, me cubría gran parte de la cara dejando únicamente visibles mis labios, una máscara de Perséfone, Diosa del Inframundo, me pareció una elección fantástica para una noche como la de Samhain.

 

*

- No me apetece nada otro baile lleno de estirados y narcisistas...

- Deja de quejarte sabes que vamos a ir todos y hace mucho que no nos reunimos venga empieza a vestirte o llegaremos tarde como siempre - indicó a su amigo pegándole un golpecito en el hombro.

- Es solo otro tonto baile más... Y además te obligan a ir con una máscara incómoda toda la noche...

- Yo me voy a antes, termina y no te olvides de la máscara. Nos vemos en el Museo de Arte.

- Sí, entendido. Por cierto, muy guapo el disfraz de Indiana Jones - le comenté entre risas.

- Ya te reirás luego. Nos vemos allí.

 

*

La entrada del museo estaba preciosamente decorada. Los colores otoñales lo pintaban todo, calabazas, hojas secas, guirnaldas y cirios iluminándolo, creando un ambiente cálido y misterioso con su titilar.

El interior era mágico, ya de por sí el propio edificio, era un antiguo palacete que habían restaurado y convertido en museo, pero la ambientación conseguida con la innumerable cantidad de candelabros y el uso de las antiguas lámparas de araña llenas de velas era una belleza.

«Parece que estoy en una película» pensé.

No tenía ni idea si alguno de mis compañeros de trabajo acudiría a la fiesta. Yo había decidido que, en cualquier caso, disfrutaría de ese paseo privado por el museo, daría una vuelta para admirar sus obras de arte y me tomaría alguna copa mientras lo hacía.

Me acerqué la barra, pedí una copa y comencé a pasear y a admirar todas aquellas obras que me rodeaban, mientras los invitados no dejaban de llegar.

 

*

El Museo estaba repleto, la gente bebía y bailaba, otros se arremolinaban en las mesas de comida. La música estaba muy alta y apenas pude escuchar a mis amigos llamándome.

- Llegas tarde- me regañaron- ¿Y que llevas puesto?

- ¡Llevo la máscara! No se me ha olvidado - me burlé

- Tu disfraz... ¿Se puede saber por qué no te has disfrazado?

- Voy de Yo de negro -me reí- aunque parece que a mi amigo Indiana Jones no le hizo tanta gracia.

- Me matan tus niñerías... todos vamos disfrazados...

- Entonces seré la muerte - le contesté entre risas - o mejor, con este traje, creo que me pega más ser el Dios de la muerte ¿no crees? El negro me queda genial - le comenté burlonamente.

- Anda vamos, nos esperan todos en la mesa no sé si te habrán dejado algo de comer.

- Yo empiezo por el bar, ahora os veo en la mesa -indique señalando con la mano la dirección de la barra.

 

*

A esas alturas ya no me importaba encontrar a mis compañeros de trabajo, estaba disfrutando de mi paseo y contemplación de las obras que albergaba el Museo, recorría su galería admirando los cuadros, frescos y decoraciones dignas de lo que había sido un palacio. Era totalmente distinto a verlo lleno de turistas y colegiales como era lo habitual. Tan inmersa estaba en sus paredes, que no me di cuenta que había alguien a mi lado hasta que casi choqué con él, haciéndome volver a la realidad de la fiesta en la que me encontraba.

 

*

Cuando llegué a la mesa me di cuenta que mis amigos me llevaban gran ventaja, ellos ya llevaban un buen rato comiendo y sobre todo bebiendo, de manera que ya las risas eran incontroladas. Miré a mi alrededor buscando un lugar tranquilo donde escaparme, parecía haber algunas galerías fuera de la zona principal.

Con un gesto les indiqué que iba a buscar más bebidas y me escabullí entre la gente.

Conseguí cruzar la sala llegando a una de las galerías que realmente estaban mucho más tranquila, de hecho, parecía solo haber una chica ensimismada en las paredes. Decidí que aquel era un sitio perfecto para disfrutar de mi copa con tranquilidad, incluso la música se podía escuchar a un volumen más placentero. Por fin había encontrado mi remanso de paz cuando noto que alguien se me viene encima.

- ¡Perdona! ¡No te había visto! ¿Te he tirado la bebida? -se disculpó.

- Casi, pero ya había terminado con ella- le mostré el vaso que solo contenía un pequeño trozo de hielo - no te preocupes.

-Pensaba que estaba sola en la sala, todo el mundo parecía disfrutar mucho en la fiesta, no creí que nadie viniese a ver los cuadros...- sonrío- intentaré no chocar con nadie más.

Me sonrió, se dio la vuelta y continuó con su atención puesta en las paredes de la sala.

«Qué chica más rara» pensé «Aunque ella podría pensar lo mismo de mí y no iba a ir desencaminada» Sonreí al imaginarlo.

-Perdona - la llamé levantando un poco la voz - ¿Me dices tu nombre? Ya que somos los dos raros de la fiesta no estaría mal tomar una copa juntos ¿no? - pregunte tras haberme dado cuenta que su copa también estaba vacía.

Ella se acercó un poco a mí con una sonrisa, dándome tiempo a apreciar su escote, que realzaba perfectamente su figura, y el vestido blanco con su tela tan suave invitaba a intentar atraparlo mientras se movía.

-Yo soy Perséfone -me respondió- Diosa del Inframundo -metida en el papel me hizo una reverencia- ¿A quién tengo el placer de dirigirme? - pregunto con una sonrisa.

Por un segundo no supe que responder no esperaba que me contestase como el personaje de su disfraz entonces me acordé de la conversación con mi amigo…

-Un placer Perséfone, yo soy el Dios de los muertos - y le hice una reverencia a juego.

- ¿Hades? - preguntó sorprendida

-Sí, puedes llamarme Hades -le respondí sonriendo.

 

*

Le miré sorprendida ¿Hades? ¡qué casualidad! Aunque mirándole bien... le pegaba, traje negro, camisa y corbata negras que no le quedaban nada mal. Era un chico alto, de pelo corto y oscuro con una máscara negra muy sencilla que permitía ver unos ojos azules que despertaban mi curiosidad.

- ¿Decías sobre tomar una copa? ¡Claro! - respondí a su pregunta mientras comprobaba que no quedaba nada en mi vaso.

Nos dirigimos hacia el ruido, no recordaba que hubiese tanta gente en aquel lugar. Me sorprendí al notar que me cogían la muñeca, era Hades que tiraba de mí señalándome un hueco en la barra.

 

*

Me acerqué a la barra entre la gente con Perséfone detrás de mí, había encontrado la excusa perfecta para escaparme de la fiesta, o por lo menos evitar a mis amigos borrachos. Se acercó el camarero, le pedí una botella y dos copas, y aún con Perséfone de la mano la llevé de vuelta a la galería, aunque esta vez decidí llevarla a un lugar más tranquilo, íntimo, allí podríamos hablar y beber sin interferencias.

 

*

Salimos de la galería a una zona del museo que parecía en obras «Tal vez estuvieran preparando la sala para una nueva exposición» pensé.

En ese momento me di cuenta, todavía me llevaba de la mano, no pude evitar sonrojarme con esa imagen, no esperaba terminar de la mano con un desconocido a través de salas cerradas del museo.

- ¡Espera! -le llame parando el paso- pero todo esto está cerrado, ¿quieres que nos metamos en un lío?

Se giró hacia mí con una sonrisa

- Tranquila, no hay ningún problema- me respondió sin dejar de sonreír

- Déjame enseñarte algo – continuó.

Se dio la vuelta, tiró de mí y me llevó a través de otra puerta.

No podía imaginarme lo que había allí ¡Una habitación impresionante estilo barroco! con una magnífica cama de dosel, las paredes estaban cubiertas de frescos de escenas campestres y pan de oro, la chimenea de mármol era una obra de arte por sí misma. No podía creerme que pudiese estar rodeada de tanta belleza. Le solté la mano y comencé a fijarme en todo lo que me rodeaba.

 

*

Sabía que aquella sala estaba cerrada al público, estaban terminando de restaurarla antes de su apertura y aunque todavía le faltaban los últimos retoques disponía de lo suficiente para que pudiéramos estar relajados, disfrutar de unas copas y evitar así el estruendo.

«Me encanta la idea» pensé mientras observaba a aquella chica de vestido blanco disfrutando de nuevo con las paredes.

Aproveché el momento para admirarla con calma, la verdad que el vestido le sentaba muy bien, le marcaba ligeramente el cuerpo al caminar, su melena ondulada le caía por la espalda y aquella máscara dorada que hacía centrar la mirada en sus carnosos labios.

-Imaginaba que podría gustarte, esta estancia la abrirán al público en unos meses, la estás viendo en exclusiva- le sonreí bromeando.

- Muchas gracias, ¡Es una habitación preciosa! Verla terminada tiene que ser como volver al siglo XVII - se podía escuchar la emoción en su voz. Nunca pensé que alguien se pudiera emocionar así por unas pinturas antiguas.

-Como ya no estamos en la fiesta, ya no hay obligación en dejarnos las máscaras- comenté, pero cuando levanté el brazo para quitármela, ella me detuvo.

 

*

Con mi mano sobre la suya dude un momento, aquella situación me resultaba emocionante e inesperada, el no saber quién estaba detrás de aquella máscara negra me causaba curiosidad y me hacía sentir un cosquilleo que me recorría todo el cuerpo.

-Déjatela- le pedí - yo también lo haré si no te importa, me resulta divertido si podemos seguir en nuestros papeles, le añade cierta emoción ¿No crees?

 

*

No pude evitar sonreír, creo incluso que me puse algo nervioso, mantener el rol podía ser divertido, aunque estaba ya cansado de la máscara «Me la dejaría un rato más a ver a dónde nos lleva»

-De acuerdo -le contesté, creo que sonrojado «Menos mal que llevo la máscara» pensé

-Entonces seguiré mi papel, mi Diosa Perséfone- ella me miró sorprendida- ¿Mi Diosa Perséfone es demasiado? ¿Cómo debería llamaros entonces?

-Perséfone está bien - respondió entrecortada.

Me eché a reír pensando en lo que iba a decirle.

-Si tú eres Perséfone y yo a Hades- continúe -y si esto lo consideramos un "rapto" de la fiesta, solo me queda ofrecerte algo de comer para que te tengas que quedar en este, mi reino -le decía mientras señalaba la sala a nuestro alrededor - ¿Crees que unas copas de vino servirán? - no dejaba de sonreír, por una vez las clases de mitología griega me valdrían para algo, les sacaría provecho.  Descorché el vino y comencé a servir una copa, ella se acercó, se la di y empecé a llenar la mía cuando me dijo:

- ¿Entonces si bebo de este vino, no podré salir de este palacio? - me preguntó sonriente. No me dio tiempo a responderle cuando se llevó la copa a los labios para beber.

No puede evitar una carcajada al verla.

-Brindemos entonces -la invité alzando mi copa- celebremos que, a partir de hoy, además de Diosa, serás la Reina del inframundo.

Sin dejar de sonreír brindó conmigo y añadió:

-Pero solo durante el invierno ¿recuerdas? -  me guiñó un ojo y bebió de nuevo.

Se giró, se acercó a la chimenea, de verdad parecía apreciar cada pequeño detalle de sus filigranas.

A estas alturas el alcohol empezaba a notarse, mis pensamientos se centraban en ella, en mi Diosa y reina Perséfone, y no pude evitar sonreír al hacerlo.  Otra idea rondaba mi mente... «¿Y si la beso?» Sus labios no dejaban de llamarme, casi podía sentir como sabrían y el alcohol... enturbiaba mi mente recordando la historia de nuestros personajes homólogos.

-Perséfone -la llame, ella se giró hacia mí.  Me acerqué junto a ella.

- ¿De verdad vas a ser quien reine conmigo en el inframundo? - le pregunté, aunque no la dejé ni contestar, en cuanto vi sus labios comenzara a moverse no puede evitarlo y la besé.

 

*

Era increíble el trabajo que había en tallar la piedra dando cada detalle a la chimenea, disfrutaba de aquello cuando escuché a Hades llamarme.  Al darme la vuelta, le vi acercarse rápido y decidido, esos ojos con ese traje me dejaban sin palabras. Se quedó frente a mí y me preguntó:

- ¿De verdad vas a reinar conmigo el inframundo?

Su manera de preguntármelo... me dejó sin aire un segundo.

Comencé a responderle "si por supuesto" pero no me dejó, dio un paso hacia mí y me besó. El calor me envolvió, no esperaba que fuese a besarme y menos de esa manera, de verdad parecía que quisiera que fuese su reina.

-Me gustan tus besos Perséfone - me susurro al oído- ¿Puedo seguir besándote?

Yo ya había caído presa de sus labios, y no tenía ninguna intención de parar en aquel momento.

-Me alegro que pensemos igual - le sonreír y volví a buscar su boca con la mía.

 

*

No podía ni explicar la sensación... sus besos parecían estar hechos para los míos, me transmitían tal calidez... Coloqué mi mano en su mejilla sin dejar de besarla, pudiendo sentir como ella disfrutaba de mis caricias, le pasé el otro brazo por la cintura y la apreté contra mí, podía sentir su calor invadiéndome el cuerpo.

 

*

Esto no era cuestión de amor, solo de la emoción de dos cuerpos tras una máscara, esto me excitaba y ambos nos dejamos llevar por esta sensación.

Me levanto en sus brazos con una facilidad abrumadora sin dejar de besarme, y con cuidado me llevo y me dejó sobre la cama. En ese momento ya no me importaba ningún detalle de aquella cama palaciega de trescientos años, solo podía pensar en Hades, en su calor junto a mi cuerpo, en la fuerza con la que me abrazaba, y sobre todo en sus besos tan apasionados, no podía parar de besarle, aquello era perfecto, parecía imposible que pudiera suceder, pero estaba ocurriendo.

 

*

Ya me resultaba imposible parar, cada segundo aumentaba mi deseo y una gran desesperación crecía en mí por sentir toda su piel cerca de la mía. Necesitaba quitarle aquel vestido blanco y sentirla completamente junto a mí.

-Esta noche serás mía - le susurré entrecortadamente -esta noche eres mi reina y mi Diosa, Perséfone, y quiero cumplir en todas tus fantasías. Puede sentir como su cuerpo se estremecía entre mis brazos, y cómo se le escapaba un dulce suspiro entre sus labios mientras le decía esas palabras, también mi cuerpo se alteró con ellas.

 

*

Sabía que ya no había vuelta atrás, no quería parar y no iba a hacerlo, quería dejarme llevar por todas aquellas sensaciones, quería más.

Podía sentir la respiración acelerada de Hades mientras me besaba y acariciaba mi hombro, jugando con el tirante de mi vestido. Adivinando sus deseos me adelante a él, comencé a soltar el nudo de su corbata, su reacción fue inmediata, parecía estuviera esperando una invitación para avanzar en el juego. Se quitó la chaqueta ágilmente sin dejar de besarme, comenzando a desabotonarse la camisa, pero le paré, paró un segundo y me miró con ligera duda, la cual respondí al seguir quitando uno a uno los botones restantes. No quería perderme aquel disfrute de ver aparecer ante mí, botón a botón, su piel desnuda. Al llegar al último, el mismo se quitó la camisa, dejando frente a mí su espectacular torso desnudo «¡Impresionante!» me dije a mí misma tomándome unos segundos para disfrutar de aquella vista.

 

*

Levante mi brazo para atraer a Perséfone junto a mí, cuando dando un movimiento hacia atrás, se levantó de la cama y se quedó de pie frente a mí con una pícara sonrisa. Se quitó el cinturón dejando su vestido suelto, deslizó uno de los tirantes por el brazo y deslizando el otro... El vestido cayó al suelo ante mis ojos.

Sé que por un momento se me olvidó respirar. La tenía frente a mí prácticamente desnuda, unas pequeñas braguitas de encaje blanco eran lo único que cubría su cuerpo. La admiré, apreciando aquellos bonitos pechos que había estado insinuando su escote toda la noche. Levanté mi brazo, agarré su mano y la traje contra mí cayendo juntos en la cama. Para entonces ya estaba más que preparado para dárselo todo, sin embargo, quería disfrutar de aquello, la excitación y el morbo sin duda harían que mis sensaciones fuesen a más.

Pasé mi mano por su nuca y acercándola volví a besarla, no habría tregua, necesitaba su cuerpo junto al mío.

 

*

Estaba sobre él, sentía el calor de su cuerpo y la aceleración de su corazón en mi pecho. Comencé a jugar con mi lengua en el lóbulo de su oreja, acaricié su cuello y dibujé su clavícula, mi calor aumentaba al sentir sus jadeos entre respiraciones y el bulto de su pantalón era innegable.

 

*

Quería disfrutar, cogiéndola fuerte la tumbé a mi lado y me coloqué sobre Perséfone, le sujeté las manos sobre la cabeza y comencé a besarla apasionadamente. Solo necesitaba una mano para inmovilizarle las muñecas, así que aproveché mi mano libre para acariciar su cuerpo, su cintura, su pecho... ¡aquello era fantástico! era tan suave...

Me separé un momento, mis pantalones eran más que una molestia, me levanté y me los quité sin dejar de mirar aquella preciosa y excitada mujer esperándome en la cama. Aquella imagen y la sensación en mi cuerpo era indescriptible, solo podía pensar en cuanto la necesitaba.

-Te he dicho que esta noche te iba a hacer mía- le recordé mientras volvía a la cama junto a ella. La besé y empecé a recorrer su cuerpo con mi lengua, al llegar a su vientre noté que sus braguitas estorbaban a mis planes. No sin dejar de jugar con mis labios sobre su pierna, se las quité, y con urgencia me las llevé a la cara y las olí... Quería un pequeño adelanto de lo que iba a venir.

 

*

«Pero que vergüenza» No pude evitar pensar ante su gesto, aunque verle disfrutar con ese detalle hizo que mi deseo se incrementase por él. Sentí como me sonrojaba al ver su sonrisa mientras se adentraba entre mis piernas. Sentí su lengua, parecía más juguetona que antes, y no tardé en comenzar a agitarme. Podía sentir como mi clítoris empezaba a palpitar y a aumentar su temperatura. Los gemidos se me escapaban, apenas ya podía contenerlos.

Hades parecía complacido con aquello, ya que comenzando a recorrer mis genitales suavemente con uno de sus dedos, sin dejar de lamerme, iba aumentando progresivamente el ritmo y con ello mis gemidos. El placer crecía sin medida. Hades quería que se lo diese todo y era un virtuoso en su trabajo, sus dedos y su lengua eran increíblemente buenos, me iba a correr y no podía evitarlo. Intenté apartarlo, pero leyendo mis intenciones me tumbó, y colocando su mano sobre mi pecho para evitar que volviese a levantarme, continuó dándome placer. Ya no podía más, comencé a temblar y se me cortó la respiración en mitad de un profundo gemido «¡Joder! ¡Qué bueno es!» Pensé mientras me corría en la cara de Hades...

 

*

Siempre sienta bien sentir los aspavientos y las piernas de una mujer apretándote la cabeza mientras se corre, aquello me ponía a cien.  Yo quería continuar disfrutando de aquel elixir que su sexo me proporcionaba, pero ella me detuvo, su respiración estaba más que acelerada, le dio un momento mientras disfrutaba de la imagen de su cuerpo ardiente frente a mí. Sonreí sin poder evitarlo.

«Vas a ser mía» aquel pensamiento me hizo continuar, me quité los bóxer y me lancé de nuevo, esta vez comencé a acariciarla con mi miembro suavemente, dándole tiempo a retomar el aliento, sus gemidos iban retomando la habitación. Poco a poco comencé a acariciar su clítoris con un dedo, podía notar su excitación crecer de nuevo.  La acariciaba sin parar.  Ya no podía más. «Está tan mojada...» El placer crecía más y más y sin ser consciente de ello se la comencé a meter lentamente. Perséfone se estremecía, ahora sí que podía sentir su calor y su placer, me alteré con la sensación «Ya es mía».

Nunca me había follado a ninguna desconocida a la que además no le veía la cara, pero tener a Perséfone desnuda en la cama, con la máscara dorada y conmigo entre sus piernas haciéndola gemir y retorcerse de placer, no me lo habría podido imaginar, me hacía estar súper cachondo, quería pasarme la noche sin parar de correrme con ella una y otra vez.

 Los gemidos y la respiración de Perséfone indicaban su próximo orgasmo y yo ya no podía contenerme mucho más, notaba mis músculos contraerse, como un escalofrío de puro placer recorría mi cuerpo y con unos espasmos involuntarios y unos gemidos rítmicos me corría mientras ella llegaba de nuevo al orgasmo. Aquella sensación, aquella liberación... ¡Era fantástico!

Quería repetir seguía muy excitado y afortunadamente no tardaría en volver a estar a tono.

 

*

Tras unos minutos, Hades me levanto la barbilla para mirarme a los ojos. -Espero te haya gustado porque va a haber más- me advirtió con una sonrisa. No esperaba respuesta ya que comenzó a besarme apasionadamente de nuevo. No podía detenerme, una vez que sentía sus labios junto a los míos, las caricias de su lengua, y los pícaros mordiscos que me daba... sus besos serían mi perdición «¿Cómo negarle algo a esos besos?»

Nuestras manos volaban libremente, comencé a acariciarle el pecho, bajé por su abdomen definido y seguí bajando, sería mi oportunidad para enseñarle lo que sabía hacer. Me sorprendí al notar que ya casi estaba a pleno rendimiento cuando mi mano llegó a su pene.  Comencé a acariciarle era un placer sentir como sus besos se entre cortaban mientras lo hacía. Su calor aumentaba, notaba su excitación crecer de nuevo, no dejaba de acariciarle mi mano rodeaba su falo ascendiendo y descendiendo rítmicamente mientras le besaba y le lamía el cuello. Me gusta morder y aquel era el momento perfecto, le cogería desprevenido. Bajé por su cuello y le mordí sin compasión, un escalofrío recorrió mi cuerpo y un gemido de pura delectación se le escapó a Hades.

 

*

No lo esperaba, estaba disfrutando del goce de tener a Perséfone masturbándome cuando puede notar aquel mordisco, un gemido inesperado salió de mi boca y sacudió mi cuerpo. Siguió bajando su lengua por mi pecho hasta detenerse en mi ingle, donde comenzó a darme ahora suaves mordisquitos sin parar las subidas y bajadas de su mano sobre mi polla.

Centrado en aquella sensación Perséfone comenzó tímidamente, o eso pensaba yo, a juguetear con su lengua sobre la punta de mi miembro, de nuevo, dispuesto a cumplir. Tampoco lo vi venir, de pronto se metió mi polla en la boca. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

Notaba la humedad y el calor, como su lengua jugaba con mi glande mientras la metía y la sacaba de su boca una y otra vez. Mi cuerpo temblaba ligeramente sin poder evitarlo. Me gustaba mucho, estaba disfrutando como hacía mucho tiempo que no lo hacía «Ella sí que sabe» Y confirmó mis pensamientos cuando añadió la mano a aquella fantástica mamada que me estaba haciendo. Me retorcí un poco ante aquella delicia, pero ya no podía quedarme quieto por más tiempo, me erguí, la cogí de la cintura y le di la vuelta convirtiendo aquella mamada en un 69, necesitaba poder disfrutar también de ella, estaba tan mojada que me sumergí sin dudarlo.  Recibir placer era fantástico, pero poder darlo a la vez...

No podía centrarme demasiado mi polla palpitaba suplicándome que la dejase correrse.

-Si sigues así no voy a poder evitar correrme- avisé a Perséfone entre jadeos.

Ella me sonrío.

-Esa es la finalidad de esto ¿no crees? -  confesó traviesa y continuó de manera más intensa, quería que me corriera y eso iba a darle. Notaba como mi polla latía en su boca, como un cosquilleo crecía, advirtiendo del sumo placer que iban a acontecer. Mi cuerpo se tensó por un momento y mis gemidos escaparon junto con un bombeo tremendo que llenó la boca de Perséfone. Caí rendido ante aquel disfrute que me había hecho sentir, ahora se lo devolvería.

-No creas que esto termina así- revelé con la respiración acelerada.

 

*

Sin tiempo a que reaccionase, me cogió de la cintura, me coloco a cuatro patas en mitad de la cama, me abrió como un melocotón y siguió lamiéndome con afán, de manera simultánea me acariciaba haciendo que me sintiese rendida a él.

-Hazme tuya- pude decirle entre gemidos.

Hades no dudó, tomó su miembro y me lo metió cumpliendo mis órdenes con premura. Lo sentía completamente dentro de mí, estaba muy caliente y duro, sus embestidas eran rápidas y seguras llevándome hasta el éxtasis. Una de sus manos sujetaba mi cintura la otra me acariciaba el cuerpo, me recorría la espalda hasta llegar a mi culo, lo agarraba y sentía cuanto disfrutaba haciéndolo. Comenzó a acariciarme el clítoris, no podía resistirme a aquello, las rodillas comenzaron a fallarme, pero entonces frenó, aminoró el ritmo y se centró en mi deseo, me la metía y sacaba suavemente mientras sus dedos jugaban en mi clítoris. Aquello era puro placer. Con su otra mano comenzó a acariciarme el culo, aquello era nuevo para mí, pero estaba tan excitada que no iba a detenerlo, Hades sabía lo que hacía. «¡Que granuja!»

Sus caricias y arremetidas no cesaban. Tras el desconcierto inicial estaba más y más excitada, Hades me había dicho que me iba a hacer suya y me sentía así de verdad. Mi placer aumentaba en demasía según empezó a meterme los dedos en el culo y a moverlos suavemente, no pensaba que fuese tan placentero... «Podría correrme en cualquier momento...» parece que leyó mis pensamientos, poco a poco fue aumentando el ritmo y no tardé casi nada en correrme. Aquel orgasmo era distinto, era más intenso, sentí como tanto placer chorreaba por mis piernas, pero Hades no paro, siguió entrando y saliendo de mí y jugando con mi culo. Aquello era fantástico, quería seguir corriéndome en sus manos. Era suya sin lugar a dudas.

 

*

Aquello estaba pudiendo conmigo, iba aumentando la cantidad de dedos que le metía y aquello ya me parecía una clara invitación.

-Vas a ser completamente mía- confirme.  Perséfone estaba tan excitada que apenas pudo gemir a modo de respuesta. Le saqué la polla, con ella bien mojada y de sus flujos, comencé a acariciarle el culo mientras que retomaba con mi mano las caricias en su clítoris, notaba como se ponía más cachonda todo su cuerpo se abría a mí. Empecé a metérsela por el culo, no podía negar que aquello le gustaba estaba empapada y yo no era menos. Quería hacerla mía completamente, que me sintiese en su interior, fui metiéndosela poco a poco, la presión de aquella zona ampliaba mi placer -Ufff ... - comencé a moverla - Uff... ¡No sé lo que voy a aguantar!

 

*

Empezó a moverse más libremente guiado por el placer que le desbordaba, yo ya no podía aguantar a cuatro patas, caí sobre mi pecho con el culo en pompa para que me diese todo el placer que no había sentido. ¡Y así fue, aquello era una maravilla! ¡Sentía que iba a explotar! Hades aumentó el ritmo mientras me metía algunos dedos por el coño, esa sensación me llevaba de cabeza al orgasmo de nuevo. Hades estaba igual, sus gemidos y arremetidas iban a la par, mi respiración se cortó y grité de gusto al notar los flujos calientes de Hades en mi culo su intensa corrida y el palpitar de su pene... «Inigualable»

 

Creo que en aquel momento solo podía pensar en respirar. Hades era increíble, ahora además con su cuerpo sudoroso y desnudo sobre mí... le miraba embobada, me perdía en su respiración acelerada y en el palpitar de su pecho. Suavemente me besó, su aliento cálido invadió mi cuerpo. Sentí como salía de mí, se tumbaba aun acelerado a mi lado. Me acerqué a él y le besé dulcemente antes de acurrucarme entre sus brazos.


                                                                                                                                                              Créditos en las imágenes

lunes, 10 de junio de 2024

Mateo, mi vibrador y yo

Aquí os presento mi 2º relato erótico, para mayores de 18 años. 🔞Espero que disfrutéis de esta experiencia y comentéis con vuestras opiniones 😏🫣🤭

#erotico #pasion #romance #Adultos #XXX #intenso #relato #apasionado #vibrador #masturbacion



Imagen de Pinterest. Derechos a quien corresponda.




Mateo es un joven alto, de complexión delgada, ojos dulces y unos rizos oscuros que siempre parecen estar un poco desordenados. Tiene una pasión insaciable por la mecánica, esta inclinación natural le condujo a estudiar Ingeniería donde rápidamente destacó por su habilidad y creatividad.

Yo por el contrario soy artista, encuentro inspiración en la naturaleza que rodea mi hogar, capturándola en lienzos llenos de color. Mi altura está en la media para una chica; tengo el pelo largo y ondulado que realza mi figura esbelta y proporcionada.

No es la primera vez que el destino trae a Mateo hasta mi vida, desde el primer momento fuimos atraídos por una fuerza inexplicable entre nosotros.


Pero la vida nos ha alejado las mismas veces que hemos sido atraídos por ella.


Tras largo tiempo hemos conseguido llegar a un sano equilibrio que nos permite vernos en alguna ocasión y hablar como si nunca nos hubiésemos alejado. Nuestras conversaciones son curiosas y enriquecedoras, lo que nos permite tratar cualquier tipo de tema, incluyendo el sexo y nuestra vida sexual.


En los últimos años mi vida sexual ha sido nula, así sus relatos mantienen activa mi imaginación.


Yo le cuento que la masturbación sin compañía no tiene sentido para mí, con lo que él se ríe divertido.


-Yo puedo acompañarte si te valgo, no me importaría nada estar presente mientras una chica como tú se masturba a mi lado... - se queda un momento pensativo y continúa - ¿O también me dejas participar...? - me pregunta con la picardía en su sonrisa.


Cuando era jovencita siempre pensé que pasaría algo serio entre nosotros, no vamos a negar que alguna cosilla pasó, pero hace tanto de eso que su respuesta me cogió por sorpresa. Tal vez alguna vez he fantaseado con Mateo, recordando y reinventando alguna de aquellas cosillas que pasaron ¿tal vez él también las recuerda?

- ¿Acaso te pongo Mateo? - le pregunto incrédula. Su respuesta no se hace esperar.


- ¿Me pregunta si me pones cachondo? ¿Si tú me pones cachondo a mí?


Mateo no puede contener las carcajadas - Elena, deberías preguntarme si me has dejado de poner alguna vez. Podría decir que me pones desde el momento uno de la primera vez que nos conocimos, pero además te puedo asegurar que tú siempre has estado entre mis más frecuentes fantasías.

En este momento siento que nuestra relación acababa de cambiar, nuestras miradas no eran solo de amigos, en solo un instante nos damos cuenta que hay algo más profundo, un deseo que siempre hemos tenido latente y que con esta afirmación ha despertado en los dos. Nos vemos más cerca el uno al otro y con ello la conversación se hace más interesante, a mi parecer.


- ¿Entonces Mateo, si no he entendido mal, te ofreces a ayudarme a masturbarme? ¿Crees que estarás a la altura? - le pregunto con toda la picardía que puedo - no creas que es una labor sencilla para la que te ofreces- continuo sin dejar de sonreír.


-No esperaba menos de ti, sabes que siempre me han gustado los retos. - y así es, tengo muy claro que el morbo le encanta y ahora se le abre un mundo nuevo de posibilidades. Puedo ver las ideas revoloteando por su cabeza, noto como su calor aumenta a cada segundo.


- Te estás poniendo cachondo solo de pensarlo -le indico- te lo puedo ver en la cara- le sonrío.


-Se me ocurren mil cosas para ayudarte y todas ellas me parecen deliciosas...

No puedo evitar sonrojarme, la forma en la que ha dicho "deliciosas"... no puede ser más lasciva.

Mi imaginación también vuela, lo puedo imaginar entre mis piernas disfrutando de mis delicias con esa lengua que tiene...

Por unos segundos me quedo inmersa en mi ensoñación, esto promete, yo también me estoy poniendo cachonda al imaginarlo.

Tras un momento vuelvo a la realidad, Mateo sonríe, comprendiendo perfectamente lo que me está sucediendo.

- Realmente no necesito que hagas nada, con que te tumbes junto a mí, donde pueda sentirte a mi lado, mirarte... debería ser suficiente- le explico.

- ¿No me vas a dejar hacer nada? - me pregunta sorprendido

- Ya te he dicho que no iba a ser fácil

- ¿Pero no me vas a dejar hacerte nada? -vuelve a preguntar indignado.


-Para ayudarme a que me corra mientras me toco... no necesito que hagas mucho... ¡con no tener que imaginarte eres ya de mucha ayuda!


-Entonces ¿me tumbó a tu lado y te miro mientras te tocas? - me pregunta bastante descolocado - ¿Y puedo tocarme yo mientras lo haces?


Creo que empieza a ver las opciones de lo que le ofrezco

- Tampoco parece tan mala idea masturbarme mientras que te veo ponerte más y más cachonda...


- Si quieres puedes acariciarme, susurrarme al oído, juguetear con mi pelo....


Mateo imagina la situación mientras sigue atentamente mis palabras.

- Pero podría lamerte ¿no? ¿o morderte un poquito?


- Siempre que no interfieras en el asunto - le explico


- Entiendo, no interferir en el asunto. ¡Entonces no me parece tan mala idea!- exclama excitado - ¡yo creo que puedo ayudarte, si quieres!

- ¿Quieres que empecemos ahora? - Me invita alargando su mano hacia mí, su mirada lo dice todo.


Sin lugar a dudas quiere ser él mi compañero en esta nueva aventura.

No es momento para dudar, no todos los días se ofrece un chico como él para ayudarme con el placer que tanto echo de menos.

Agarro su mano, dando así respuestas a su pregunta. Mateo, sin apartar su mirada de mis ojos, tira de mí llevándome contra él, pasa uno de sus brazos por mi cintura, mientras que su otra mano se enreda entre mi pelo, jugueteando con él.

Mi cuerpo y mi mente se dejan llevar por sus caricias, esta dulzura y decisión es lo que busco.

Sus ojos siguen clavados en mí mientras acerca sus labios poco a poco a los míos, tan despacio que puedo sentir su respiración contra mi piel, su corazón latiendo con fuerza mientras se acerca.

Puedo sentir el roce de sus palabras en mis labios cuando susurra.

- Así sellamos nuestro pacto - y sin darme opción me besa.

Nuestros labios se encuentran en un beso suave al principio, una exploración tímida que de pronto se vuelve más segura. Siento una oleada de calidez que invade mi ser, un fuego que comienza en mis labios y se extiende por todo mi cuerpo. Mateo me sostiene con firmeza como temiendo que aquel momento pudiera desvanecerse.

Cuando nos separamos finalmente, ambos sabíamos que habíamos cruzado un umbral, uno que nos llevaría a un nuevo capítulo de experiencias.

Hemos llegado juntos hasta aquí tras largo tiempo de miradas cómplices y sonrisas contenidas, este era el momento que llevábamos tanto esperando.


-Llévame a tu cama- me pide.

Sin dudar y sin apartar mi mirada de sus ojos le tomo de la mano y le llevo a mi habitación.

Mientras Mateo espera de pie, yo dispongo la cama para la ocasión, coloco la toalla por si acaso y saco el vibrador. Invito a Mateo a la cama, un poco cortado se quita la camiseta y se tumba de lado observando todos mis movimientos.

Me quitó el sujetador por debajo de la camiseta, que ahora deja entrever mis pechos y el relieve de mis pezones en su esencia natural. Me quito los pantalones y me tumbo sobre la toalla estratégicamente colocada.

-La cosa empieza despacio - le explico mientras cojo el vibrador, lo enciendo y lo coloco dentro de mis braguitas - tardo un poco en animarme, ya sabes. Si quieres seguimos hablando, aunque quedarme mirándote también me vale.

No puedo evitar sonrojarme y retirar ligeramente la mirada, la vergüenza puede conmigo, aunque intente no mostrarla, estiro el brazo, cojo la sábana y me tapo ligeramente con ella, lo justo para evitar su mirada directa.

Mateo por ahora mantiene su mirada en mis ojos, desviándola breve y tímidamente por el resto de mi cuerpo.

-Espero que por lo menos te guste lo que ves -le hago notar con una sonrisa- yo estoy más nerviosa que tú.

Su sonrisa y su mirada no necesitan ninguna explicación Mateo comienza a darse cuenta de la situación en la que nos encontramos y empieza a disfrutar con ella.


- ¿Puedes resistir o serás débil y deslizaras tú mano por mi vientre, hasta acariciarme el interior de los muslos...? - le pregunto entre gemidos.


La excitación se refleja en su rostro, el rubor delata el deseo que arde intensamente en su interior.

-Eres mala – responde. Su voz emana sensualidad y sugerencia con un tono que despierta todos mis sentidos y deseos.

Amparándome en su mirada deslizo mi mano dentro de mis braguitas y comienzo a mover el vibrador a las zonas más placenteras, jugando con el clítoris, lo voy rodeando lentamente mientras mi cuerpo absorbe las vibraciones del juguete, poco a poco, quiero disfrutar de cada segundo sin pensar en el final.


Mi corazón comienza a acelerar su ritmo noto como el calor se despierta en mi cuerpo.

Pienso en la vergüenza que me da la situación, tener a Mateo a mi lado... giro la cabeza hacia él encontrándome con sus preciosos ojos que se clavan en mi mirada, todo esto me hace sentir electricidad recorriéndome el cuerpo, el morbo mezclado con esta sensación provoca que se me escapen los gemidos entre los labios. Mientras que Mateo cada vez se siente más cómodo, me acaricia el brazo con el que sostengo el vibrador.

-Cómo no puedo ver lo que haces ahí abajo- señala con un leve gesto de su cabeza -necesito saber que sucede para poder ayudarte - deslizando su mano hacia la mía termina preguntándome - ¿Puedo...?


Notando la duda en mi cara continua


- Tranquila, no voy a hacer nada, solo saber qué pasa...

Con un gesto afirmativo termina de deslizar su mano bajo la sábana y colocándola sobre la mía, comienza a sentir cada uno de mis movimientos del juguete entre mis piernas.

Por un momento se le corta la respiración, invadido por la situación.

Mi calor aumenta y con ello también mi humedad que ya es más que considerable, con su mano sobre la mía y su mirada sobre mi cuerpo todo comienza a agitarse dentro de mí, y ahora él lo nota como yo.

Su mano solo es guiada por los movimientos de la mía, yendo a los mismos puntos a los que voy con el vibrador. Estoy muy excitada y muy mojada, dirijo mi juguete sobre uno de mis puntos más erógenos y allí comienza la magia.

Mis gemidos se aceleran cada vez más hasta llegar a los gritos de puro placer, me retuerzo y muevo el juguete que ahora es el centro de todo mi placer.

Contra mi pierna noto las palpitaciones de Mateo, no puede negar que está disfrutando con esto. El sentirlo tan excitado junto a mí, con su mano sobre la mía, hacen que no pueda contenerme... me retuerzo gritando, se me corta la respiración...


Tengo que aflojar un momento para retomar el aire... Tengo mucho calor y la humedad chorrea entre mis piernas, me giro a mirar a Mateo que mantiene su mano sobre la mía.

Me mira unos segundos con cara de duda

- ¡¿Por qué has parado?!- me pregunta sorprendido- ¡Te ibas a correr y has parado! ¿Por qué? ¡Sigue hasta el final! - tras un momento pensativo continúa.


- ... Ya sé ¿Este es tu problema? Es como si tuvieras el corte de inyección adelantado, cortas antes de dar todo tu par... ¡Mal Elena, mal! - me regaña- me lo tenías que haber contado antes no tendrías que haber pasado todo este tiempo así.


- ¡No estoy rota! - consigo contestar entre respiraciones.


- No, no lo estás, solo mal regulada, pero eso lo puedo solucionar ¿Me dejas que lo arregle? No voy a ser yo quien permita que cortes antes de tiempo... Solo voy a hacer uso del juguete, tal y como quedamos, pero si no te importa voy a tener que deshacerme de mis pantalones... me aprietan bastante...


Con un rápido movimiento se quita los pantalones, retoma su posición junto a mí y vuelve a buscar mi mano para que le ceda la varita del placer.


- Confía en mí - continúa diciendo - sé cómo hacer que te corras.

Y acercándose a mí me besa, sus labios transmiten una calidez que invade mi cuerpo, sus besos eran mejor de lo que recordaba.

Con una caricia desliza su mano por mi brazo hasta llegar al vibrador que todavía estaba sosteniendo. Con el juguete ya en su poder Mateo retoma mi masturbación, se toma su tiempo, ya sabe cuáles son mis puntos críticos y va a explotar este conocimiento hasta el final.

Siendo Mateo el director de este momento mi cuerpo está de nuevo al límite, mis gemidos se suceden entre los gritos de placer que van a más, mi respiración vuelve a entrecortarse y comienzan mis músculos a tensarse fuera ya de mi control.

Ya no puedo más, intento evitar la mano tan ágil que tengo entre mis piernas, pero Mateo no me da tregua. Yo estoy muy mojada y le deseo con todo mi ser, quiero sentirle cerca lo más cerca posible. Rápidamente me giro quedando mi cuerpo frente al suyo, pudiendo sentir su calor y la excitación ya despierta bajo sus calzoncillos. Imposible ocultarlo.

Mateo desliza su brazo pegándome junto a él, aprovechando para besarme con cierta necesidad, aunque sus besos ya no son capaces de sofocar mis gritos.

Le rodeo con mis brazos y pego mi cuerpo todo lo posible al suyo, poder sentir como aumentaba su excitación con la mía junto con su olor, su sudor... me llevan hasta el límite.

-Córrete- me susurra- no pienses, solo siénteme y déjate llevar porque no voy a parar hasta que te corras de verdad.

Apenas puedo reírme, mis labios entre abiertos y húmedos exhalan gemidos a medida que mi excitación no deja de crecer. Cada músculo de mi cuerpo se tensa con anticipación, esperando su contacto, el roce con Mateo.

Su aliento sobre mi cuello, la decisión implícita en sus palabras, le aprieto fuerte contra mí en un intento de apaciguar mis gritos contra su pecho, pero no me queda nada más que dejarme llevar por el torbellino que me recorre por dentro. ¡No puedo aguantar más! Mi espalda se curva, la respiración se me corta totalmente imbuida por el placer. Mis ojos se cierran momentáneamente saboreando cada sensación, cada emoción, antes de entregarme por completo al orgasmo que amenaza con consumirme por completo.

Una liberación en forma de chorritos emana de mi cuerpo, a mí me dan mucha vergüenza, pero a Mateo le encantan, son la prueba tangible de que me ha llevado hasta donde él quería.

-Ahora perdóname- me dice tras un beso- pero necesito un momento para terminar también, porque bajar esto... - me señala su gran miembro erecto asomando por sus calzoncillos -... va a ser complicado.


Apenas puedo respirar, pero con un gesto le indico que proceda y me pego a él, para que pueda sentir mi cuerpo caliente junto al suyo.

-A estas alturas no necesito mucho tiempo - me explica mientras estira su brazo, mete su mano entre mis piernas y utilizando mis fluidos, fruto de su esmero, lubrica su mano.


Su respiración acelera más y más sus dedos tiemblan ligeramente con la anticipación del placer que sabe que está por venir mientras su mente se nubla con la embriaguez del deseo incontrolable, que apenas tarda en llevarle hasta un clímax más que merecido, corriéndose libremente sobre mí y dando salida a toda la energía contenida a la que le ha llevado esta experiencia.



miércoles, 15 de mayo de 2024

La Historia de Luis y Sara

 ¡Prepárate para adentrarte en un viaje de pasión y erotismo con "La Historia de Luis y Sara"! En mi primer relato para adultos, te invito a explorar el intenso y apasionado romance entre estos dos personajes. Con una narrativa seductora y envolvente, este relato promete despertar tus sentidos y llevar tu imaginación a nuevos límites. ¡No te pierdas esta experiencia única que estoy seguro encantará a mis seguidores mayores de 18 años!




Imagen de Pinterest. Derechos a quien correspond.


Mi historia con Luis comenzó hace muchos años, él era amigo de mi novio, no de sus mejores amigos, pero sí de su círculo cercano. Él era un chico educado y tal vez algo callado, que disfrutaba haciendo rutas con su moto deportiva, destacando en su manera de conducir. Siempre guardaba cierta distancia conmigo, salvo en sus besos de despedida, que siempre me los daba en la comisura de los labios.

El tiempo pasó y mi novio se convirtió en ex, pero Luis nunca dejó de escribirme, de mandarme mensajes, de preguntarme como estaba. Como en otras ocasiones, me mandó un mensaje preguntándome cómo estaba, que si me apetecía tomarme un café con él ya que hacía mucho que no nos veíamos...

Esta vez quería preguntarle el porqué de aquellos besos que en ocasiones habían turbado mi mente. Había pasado ya mucho tiempo, esperaba que ahora pudiese resolver las preguntas que antes no me atreví a realizarle.

Era una tarde de verano así que aproveche para provocarle un poco. Me puse un precioso vestido de lino casi transparente, que se ajustaba a mi figura y que dejaba entrever parte de mis encantos. Poco quedaba para la imaginación.

Llegué a la cafetería donde él ya estaba esperándome y su reacción fue inmediata, no podía quitar los ojos de aquel vestido o de lo que se vislumbraba tras él.

Luis dio un respingo de su silla poniéndose en pie, nervioso, para acercarse a darme dos besos.

Su cara lo decía todo, la magia de aquel vestido me daba todas las respuestas.

Pasamos algunas horas charlando, poniéndonos al día. Me contó sobre los distintos viajes que había hecho con los amigos, los circuitos en los que habían estado con las motos... Pero daba igual el tema, no podía apartar la mirada de mi escote, de mi vestido mágico.

Ya habíamos roto el hielo y ya había visto su primera reacción, solo me quedaba hacer la pregunta que me había llevado allí.

- Luis creo que conozco la respuesta, pero... ¿Desde cuándo te pongo y porqué yo? - Se puso nervioso y el rubor comenzó a surgir en sus mejillas. Me encantó su reacción, Luis no podía imaginar que fuera a hacerle aquella pregunta.

-No puedo negar lo evidente, y ese vestido te lo has puesto a traición. Tú siempre me has puesto Sara, desde la primera vez que te vi he sentido un impulso que nunca ha cesado.

-Pero tienes novia- le recordé, aunque no la había mencionado en toda la tarde.

- Sí y antes tú tenías novio y eso nunca impidió que me pusieras, ni siquiera siendo amigo mío... Yo quiero a mi novia Sara, pero tú siempre has estado ahí, incluso antes que ella.

Aquello era más que una confesión, era la declaración de un deseo que tenía intención de cumplir.

Nos quedamos un momento en silencio asimilando lo dicho... Retomamos la superflua conversación anterior y un poco después nos despedimos y nos fuimos cada uno a su casa.

 

No pude evitar seguir con el tema en mi cabeza, pensé que podríamos experimentar un poco, ya somos mayores, con las cosas claras ¿Qué mal hay en ello?

No tenía claro cómo iba a reaccionar mi propio cuerpo después de tanto tiempo, así que le mandé un mensaje. Ya era bastante tarde, pensé que estaría durmiendo.

"- Quiero pedirte algo, después de eso no voy a poner impedimentos a nada de lo que pueda pasar entre nosotros"

 Pero su respuesta no tardó en llegar …

"- Pídeme lo que quieras"

Uffff! Me encanto su respuesta, breve, clara y sin dudar, esa seguridad me ponía cachonda no podía evitarlo.

"- Quiero un beso y una buena vuelta en moto, aunque no tiene que ser en ese orden...  ¿Te parece bien? "

"-Dime dónde y cuándo, no voy a faltar a esa cita"

 

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-Ahora confiesa, dime toda la verdad el otro día cuando te pregunté evadiste mi pregunta.

- ¿Pregunta? no sé a qué te refieres, pero vuelve a preguntar a ver qué pasa

- ¿Desde cuándo y por qué?  ¿Por qué yo? -pregunté avergonzada.

- ¿Has esperado hasta este momento para volver a preguntarme, querías pillarme con las defensas bajas? - se acercó a mí con una sonrisa, cogió mi sonrojada carita y la levantó suavemente con sus manos hasta que pudo clavar su mirada en la mía.

- ¿Desde cuándo y por qué? ¿Esas son tus preguntas? - deslizando sus dedos por mi mejilla se decidió responder.

- Sí que tienes razón en que el otro día no respondí a tus preguntas. Podría decir que ambas se pueden contestar casi de la misma manera. - continuó explicando mientras no dejaba de mirarme a los ojos - Porque eres como un rayo de sol, no había nada antes de que tú llegaras, estaba ciego, el mundo se mecía en las tinieblas, pero tú llegaste para alumbrarme con tu presencia, no necesite mucho para poder ver la luz que desprendes con tu sonrisa, la alegría que contagias con el brillo de esos ojos que nunca podré olvidar. ¿Cuándo sucedió me preguntas? desde siempre, toda mi vida, porque no tenía vida antes de que tú entrases en ella.

Apartándome un poco volví a retirarle la mirada.

- Siempre he sabido que algo pasaba -le respondí - durante todos estos años nunca te has salido de tu papel de amigo, aunque siempre te han delatado los besos.

-Mis besos no tienen nada especial, además has sido tú la que me ha pedido un beso para empezar con todo esto- señaló, con una sonrisa, la desecha cama en la que nos encontrábamos.

- Un beso tiene mucho de especial - repliqué - un beso es como una puerta que se abre, que te lleva al interior de una persona, por eso te pedí un beso, un beso intenso y sincero que me demostrara que realmente has venido a dar lo mejor de ti, que toda esa larga espera ha llegado a su final y vas a hacer todo lo posible porque esta noche nunca termine...

- Me parecía que incluso tenías prisa porque esto pasara - me cortó entre risas antes de dejarme continuar.

-... Pero no te equivoques, yo ya no soy la de antes, yo soy una sombra de aquello que fui, mi luz ya no brilla como estrella y mi sonrisa no es lo sincera que solía ser. No te puedes hacer una idea de cuántos años llevo viviendo perdida entre los recuerdos... Cuántas veces, en mi cabeza, he rememorado aquellas sensaciones que invadieron mi cuerpo, no podrías entender cuántas noches le he pedido a los dioses poder volver a sentir una caricia, la calidez de otro cuerpo junto al mío, unos labios como los tuyos dispuestos a recorrer toda mi piel...

- ¿Así que me necesitas mucho? - preguntó sonriendo.

Con una sonrisa también le respondí.

- Se que tus sentimientos son sinceros, me lo transmites con tus caricias y tus besos solo hace más que aumentar el calor por todo mi ser. ¿Durante cuánto lo has estado reprimiendo? Porque creo que tú también me necesitas a mí.

-Me he limitado a mirarte por diez años, agradecido de poder verte sonreír, aunque esa sonrisa no fuera por mí. Desde un segundo plano siempre he podido observarte e irte descubriendo poco a poco siempre deslumbrado por ti. Tantas veces he querido arrodillarme y declararte de mí eterna devoción... Me pediste que te diera una vuelta en la moto – yo asentí - puedes pedirme lo que quieras, siempre has podido hacerlo, pero ahora... después de esto... soy tuyo. No puedes pedirme que después de haber conocido tu cuerpo, de haber hecho míos tus gemidos y besos tenga que olvidarlos porque mi alma no podría aguantar el golpe de tener que volver a soltarte.

- Te advertí que no era buena ¿recuerdas? te advertí que lo peor vendría si realmente disfrutábamos con esto.

- Hace diez años que mi alma te pertenece ¡pero ahora yo soy tuyo! ya te lo he dicho, ahora ya me has hecho tuyo por completo. Para mí es más que suficiente el poder dedicarme a ti, hacerte disfrutar cada segundo que me permitas estar a tu lado y esforzarme para colmarte de pasión.

- ¿Vas a hacer que vuelva a correrme? – pregunté inocencentemente.

-Voy a hacer que te corras cada día del resto de tu vida, grites mi nombre como si no existiera nadie más en el planeta y voy a conseguir que no necesites nunca a nadie más que a mí- al terminar sus palabras, puso su mano en mi cuello y llevándome hacia el me besó enérgicamente. Mientras que con la mano derecha me sujetaba junto a él su mano izquierda, revoltosa, se escurrió entre mis piernas.

- ¿Quieres más? - pregunté sorprendida.

- Acabamos de empezar - sonrió- Tengo diez años que compensar y demasiado que aprender, así pues, mi maestra, necesito que me enseñes a hacerte disfrutar como nadie ha logrado hacerlo antes, sólo quiero ser yo con el que aprendas a dejarte llevar- sus dedos jugueteaban entre mis muslos y su lengua iba recorriendo mi cuello.

-Mmmmm…

- ¿Esto te gusta verdad? ¡Entre los gemidos y lo mojada que estas no puedes negarlo! -una sonrisa burlona asomaba a sus labios.

- Mmm… me gusta, sí, me gusta -pude decir entre susurros mientras que mi cuerpo se iba arqueando poco a poco y cada vez más.

Delicadamente, pero sin dejar de acariciarme, me colocó de nuevo entre las sábanas revueltas, se tumbó a mi lado volviendo a besarme suavemente el hombro, poco a poco, deslizando su lengua avanzaba por mi clavícula y por mi cuello, mientras que con su mano acariciaba mis pechos deteniéndose a rozarme los pezones con la yema de sus dedos.

- ¡Acuérdate del pendiente! - exclamé - que si te emocionas todavía duele un poco...

-Si tranquila, no te preocupes - asintió mientras me tocaba el pezón izquierdo con suavidad, alrededor de las bolitas metálicas del piercing - ¡Estás llena de sorpresas! -exclamó con una sonrisa- jamás me hubiera imaginado todo lo que escondes bajo la ropa- señaló, mientras sus manos se deslizaba hacia mi vientre y avanzaba camino a los muslos-  Ni en el mejor de mis sueños podría haber imaginado los secretos que tienes,  si pareces una niña buena pero bajo la ropa... - su mano se deslizó entre mis piernas volviendo a acariciarme.

- ¿Y qué me dices de esto que tienes aquí? -entre sus dedos se encontraban las bolitas del piercing que llevo en el clítoris- ¿Cómo puedes explicar que una mujer como tú tenga un pendiente aquí y yo llevé 10 años sin saberlo? - Aumentando ligeramente la intensidad, jugando con las bolitas y presionándolas contra mi piel, los gemidos comenzaban a invadir la habitación.

-Algo debo hacer bien -dijo entre risas- cada vez que te toco te mojas más y más...

- ¡No digas eso! -le regañé avergonzada, pero él no cesó en su tarea provocando que se me fuera desvaneciendo poco a poco la voz.

- ¿Que no diga eso? verás ahora! - de un salto se metió entre mis piernas y sumergiendo su cara entre mis muslos, comenzó a lamerme. El calor que desprendía iba a más, mis gemidos escapaban ya sin ningún pudor. Volvió a colocar su mano para seguir masturbándome sin parar.

 

Recostándose sobre su costado retomó la conversación.

- Ahora creo que ya es el momento para hacerte yo una pregunta...

-Ammmmmm...

- Aceptaré tu gemido como un sí... ¿cuéntame una vuelta en moto? - su mano seguía entre mis piernas, con sus dedos iba recorriendo mis labios y jugando con el botón de mi clítoris.

-Mmm... síiiii...me gustan las motos… la sensación de ir en una... es lo más parecido a un orgasmo...mmmm… - pude responder entrecortadamente. Mi cara se enrojeció algo más de lo que ya estaba. Luis se dio cuenta y se acercó, susurrando me dijo

- ¿Así que como un orgasmo...?

-Es, es, un poco como el sexo…- interrumpí - dos cuerpos que se mueven juntos, pegados el uno al otro, llenos de adrenalina y tensión... mmm… - me cortaba con los gemidos.

Sus dedos se encontraban rozando la muy húmeda y caliente entrada de mi vagina cuando él preguntó

- ¿Cuánto te ha gustado nuestra vuelta en moto? para ser la primera claro está- no había terminado la frase cuando ya había introducido el dedo índice y corazón de su mano por la mullida abertura, comenzaba a moverlos en círculos cuando continuó - ¿Dime, te ha gustado cuando al colocarte con las manos en el depósito has notado que ya estaba empalmado o prefieres cuando tras un buen par de acelerones he recorrido mi mano por tu muslo desnudo?-preguntaba acelerando más y más el ritmo de su mano y sus dedos en mi coño - quiero que sepas que yo he ido empalmado todo el trayecto, solo de pensar que te tenía pegada a mí espalda y rodeándome con tus piernas... no sé por qué no lo habíamos hecho antes.

Mi cuerpo se retorcía más y más, no pudiendo articular ya ni palabra, cada vez que recordaba la moto... esa vuelta tan esperada... me recorría un escalofrío por todo el cuerpo, pero al añadirle el gran trabajo que estaba realizando Luis con sus dedos.... aquello estaba fuera del siempre placer.

-Quiero que me hagas tuya- le pedí entre gemidos

-Como ordene mi señora- se inclinó con una leve reverencia- yo estoy aquí para lo que me pida- colocándose entre mis piernas y separándolas un poco, comenzó a acariciarme el clítoris con el pulgar, mientras que con la otra mano acariciaba mi pierna.

-Pero esta vez voy a serle un poco desobediente... hasta que no me suplique que la folle no voy a parar de torturarla. - y terminando estas palabras se inclinó, sin dejar de jugar con su piercing comenzó a lamerme el coño, su lengua era ágil, sabia cuales eran los mejores puntos en los que centrarse, consiguiendo que perdiese todo el control.

Cogiéndole del pelo y acercándole a mi le dije muy seria - ¡Métemela ya! – mi cuerpo no podía aguantar más, sentía que mi interior palpitaba esperando recibir aquel duro miembro.

-Sí mi señora- no dijo nada más, no hacía falta, yo no iba a suplicar como las demás que conocía, él lo sabía.

Con ayuda de su mano colocó su pene en la entrada de aquel agujero que tanto le esperaba, comenzó a frotarla suavemente y rodear aquella zona sin llegar a entrar en ella. Tan distraído estaba jugueteando, que de un movimiento de cadera conseguí que se colara dentro de golpe.

-Ahhhh!!!- ambos gemidos se entrelazaron.

Nuestros cuerpos ya eran uno y podíamos sentir un fuego abrasador bullendo en mis entrañas.

-Voy a follarte hasta que te olvides que hay alguien más en este mundo, solo eres para mi - decía entre gemidos mientras metía y sacaba la polla una y otra vez - no voy a renunciar a ti, ahora ya nunca podré hacerlo -su cadera no dejaba de moverse se había inclinado sobre mi pecho, podía notar su respiración entrecortada - ahora eres mía- susurró sobre mis labios, mientras clavaba con más fuerza su miembro dentro de mi.

Yo podía sentir su peso sobre mi pecho, su sudor mezclado con el mío, no era consciente de cuánto había echado aquello de menos.

- ¡Soy tuya! -exclamé sobre excitada - ¡Hazme tuya una y otra vez! ¡Lléname con tu calidez hasta lo más profundo de mi ser!

- ¿Quieres que me corra dentro? - con cara de duda me hizo la pregunta, aunque debió excitarle bastante, ya que su polla se hinchó casi al punto de estallar.

-Quiero sentirte tan dentro como puedas llegar, estoy a punto de correrme si quieres podemos hacerlo juntos.

- Si, mi señora -con estas palabras comenzó a moverse a más velocidad, su mano se deslizó y empezó a acariciarme de nuevo el clítoris mis gemidos eran gritos de puro placer.

Pese a haberse revigorizado, sabíamos que aquello no iba a aguantar mucho más, Luis sentía un cosquilleo desde sus pelotas que le avisaba que aquello iba a explotar.

El escalofrío se convirtió en palpitaciones indicando la llegada de aquella corriente colosal de semen que lo iba rellenando todo. Los gritos de gozo y liberación llenaron el ambiente, la respiración a mil y los corazones que se nos salían del pecho…